martes, 22 de julio de 2014

'TURBIO'. Derrumbe, asfixia y coherencia



CRÍTICA LITERARIA

'Turbio'
Autor: Iván Cerdán Bermúdez
Editorial: Huerga y Fierro
Páginas: 106
Año: 2014



Agitador cultural, involucrado en mil proyectos y con la mente hirviendo ideas y trazando colaboraciones, Iván Cerdán se estrena en la narrativa con ‘Turbio’. Su primera novela vale para cercar las obsesiones del autor madrileño. A ‘Turbio’ no le hace falta una extensión llamativa para fijar una parcela en la que caben influencias muy reconocibles. Y la primera que viene es Phillip Roth. Porque ‘Turbio’ es lo que proclama el título, un protagonista, Andreas, casi único encerrado en sus obsesiones y angustias más íntimas, a lo David Kepesh, a veces más cercano al Simon Axler de ‘Humillación’. En su fugaz lectura (106 páginas) ‘Turbio’ da lo que promete y más. Sumerge al lector en una atmósfera densa, casi insoportable y que deja sin respiro, en clara contradicción con la Marbella estival, amable y de cielo limpio en la que acontece. La prosa es fluida y directa, frases cortas y que cortan, incluso duelen. Cerdán agría más todavía esta historia de un profesor universitario que desea reconducir su vida con la inclusión de citas del escritor rumano Emil Cioran,  en sintonía con la oscuridad que desprende el conjunto. El que anhele esperanza, aunque sea un pellizco, deberá buscar en otras páginas.

Las referencias que se recopilan en las páginas de ‘Turbio’ son tan variadas como opuestas. Andreas lee a Cioran y parece guardar en la memoria el visionado de películas como ‘Las horas del día’ (Jaime Rosales), pero también se divierte con la saga de James Bond. Incluso imagina en uno de sus chapuzones encontrarse con el tiburón salido de las fauces de Spielberg. Ninguna cita es gratuita, apoyan al imaginario del autor y todas contribuyen en la construcción de un personaje poderoso y de una atmósfera enrarecida. Andreas vive en ese pantanoso terreno que hay entre la realidad y la ficción, con miedo de apoyar el pie en una de las dos zanjas y desnivelar definitivamente su rumbo. Alrededor se mueven una serie de personajes secundarios, algunos apenas esbozados, aunque necesarios para comprender el derrumbe emocional y físico del protagonista. Todo se mueve en esta historia al compás de los pensamientos –y acciones, ‘Turbio’ no es en absoluto una novela estática- de Andreas, plasmados en un diario escrito con la intención de ser publicado, en un sencillo ejercicio de metaliteratura que dota todavía de mayor interés a la lectura.

‘Turbio’ es, en definitiva’, esa pequeña pieza que encaja allá donde se la coloque, porque su disposición narrativa, estilo y propósitos tienen coherencia, que no es poco en un panorama literario como el actual, rendido tantas veces a lo exuberante y al deseo de agradar y llamar la atención, y más tratándose de primeras obras.

lunes, 26 de agosto de 2013

'MONSTRUOS UNIVERSITY'. La importancia de fracasar


CRÍTICA DE CINE

'Monstruos University' (Dan Scanlon. Estados Unidos, 2013. 102 minutos)

Hasta en producciones que podrían pasar por rutinarias Pixar ofrece un extra. La compañía, es incuestionable, tiene chispa, desprende carisma, se sabe evadir de la rutina y se desvía de la línea recta en el instante propicio. Es lo que le ocurre a ‘Monstruos University’, precuela de una de las más reconocibles –e infravaloradas- películas de Pixar y que tras rozar en todo momento el notable un giro final la lleva a la excelencia por la valentía del planteamiento.

Ante los recortes en educación, aquí y allá, la productora estadounidense propone una vuelta a la universidad, una película de campus, tan poco entendidas generalmente fuera de sus fronteras. ‘Monsters University’ se erige, por encima de hermandades, clases magistrales y novatadas, como una reivindicación del valor de fracasar, sobre todo si se hace en compañía. No debe haber demasiadas películas de animación y que se dirijan a todos los segmentos del público en las que los protagonistas no cumplan sus sueños. O tal vez sí, eso ya se encargará de dirimirlo el espectador, puesto que Pixar deja de lado cualquier idea tendenciosa, edulcorada o manipuladora. Lo cierto es que nada brilla más en esta propuesta que la amistad a prueba de caídas, sueños rotos y proyectos frustrados, aquella que crece, y no solo a lo largo. Mejor a lo ancho. En una época en la que se ha hecho del amiguísimo y la mezquindad las vías más fáciles para prosperar –sobre todo si se habla de un entorno académico, como ocurre en ‘Monsters University’- que se muestre todo lo contrario con tal sencillez, sin necesidad de cortar cabezas ni hacer sangre, resulta una genialidad.

Sin tocar la categoría de obra maestra –la animación puede puede pasar por rutinaria dentro de un nivel ya de por si elevado-, Pixar cumple los mínimos y al final los supera con distancia. Gana al tópico de la superación y da vida a unos personajes increíbles que terminan resultando muy cercanos: ahí está lo que verdaderamente asusta de estos monstruos. La historia va creciendo conforme se aproxima al desenlace, saltando clichés –no sin esfuerzo- y proponiendo otra vez al espectador un interesante juego de referencias. Van desde la comedia de campus -‘Desmadre en la universidad’- o la aventura –‘Los juegos del hambre’- hasta el terror –‘Carrie’-. Incluso hay luz fuera de la estandarización en el diseños de personajes que podían haber salido de la febril imaginación de Tim Burton, como esa decana inclasificable. Aunque la mejor referencia que dejará será, sin duda, la idea del fracaso como valor formativo.

domingo, 25 de agosto de 2013

'EL SIGLO DEL PENSAMIENTO MÁGICO'. Ignacio Martínez Pisón




CRÍTICA LITERARIA

'El siglo del pensamiento mágico'
Autor: Ignacio Martínez Pisón
Editorial: Libros del KO
Páginas: 57
Año: 2013


ABONADO A LA LITERATURA

Fichaje esperado el de Libros del KO para su colección ‘Hooligans Ilustrados’. La editorial añade a la plantilla de pequeños cuadernos dedicados a clubes de fútbol al Real Zaragoza, un ilustre, aunque ahora lleve demasiado tiempo en baja forma. ‘El siglo del pensamiento mágico' respeta el formato elegido por Libros del KO para esta colección: un escritor o periodista en activo hace un breve repaso de su relación con el club del que es aficionado, una crónica entre lo sentimental y lo didáctico en la que sobresale el cuidado puesto en el producto final. El proyecto alterna crónicas memorables (el caso de la aproximación al Espanyol por Enric González) con otras por debajo de las expectativas previas y demasiado ceñidas a lo personal.

‘El siglo del pensamiento mágico’ bordea las dos áreas, aunque finalmente se acerque más al primer grupo por su carácter extensivo y su fluida lectura. De inicio, la tarea de Ignacio Martínez de Pisón no parecía sencilla. Hay pocos clubes que hayan dado tanto juego en lo literario como el Real Zaragoza, en paralelo a la fertilidad de Aragón en cuanto a número y calidad de escritores. El 75 aniversario del club en 2007 posibilitó la aparición de un amplio volumen titulado ‘Cuentos a patadas’ coordinado por el añorado Félix Romeo. Y el gol de Nayim, aquel chut que subió hasta casi tocar la luna y bajó para acariciar la red custodiada por Seaman igualmente motivó la aparición de varios libros recordando la hazaña. Había en todo lo que rodeó a aquella noche parisina de 1995 material para la épica y, por lo tanto, para la literatura. Martínez de Pisón es consciente del peso del pasado y no duda en citar esos referentes y dedicar uno de los diez capítulos a aquella Recopa. Y aunque el libro es corto y se lee en apenas unos minutos, deja la sensación de haber cubierto muchos frentes, desde el personal al histórico, desempolvando interesantes anécdotas y aclarando el lugar que ocupa el Real Zaragoza tanto en la biografía del autor como en el mundillo del fútbol español.

Martínez de Pisón va a lo obvio pero también saca a la luz detalles menos conocidos. Descubre a otra de las leyendas del zaragocismo, Pardeza, un intelectual con el que pasaba horas y horas analizando libros y lecturas. Saca partido a la nostalgia al rememorar a la entrañable y hoy desaparecida Peña Milito, formada por un núcleo duro de escritores aragoneses en homenaje a aquel defensor argentino de rizos rubios repudiado por el Real Madrid Y no duda en recordar como se merece a aquel Zaragoza sesentero de los ‘Cinco Magníficos’. Allí ve el escritor el origen de ese gusto por el buen fútbol de la parroquia maña, tan exigente en los buenos momentos como fiel en los malos, últimamente casi todos. Esa idiosincrasia se funde, explica De Pisón, con contradicciones como el título de Real que ostenta un club nacido oficialmente en plena Segunda República (1932) u otra que se esconde en la sala de títulos. Los dos trofeos de mayor repercusión que ha ganado el Real Zaragoza, la Copa de Ferias y la Recopa, ya no existen. Son vestigios de un pasado que engrandeció al club, le dio fama y aficionados y hoy se echa de menos. De hecho, a pesar de que sí se canta el gol de Galleti en la Copa del Rey del 2004, el presente apenas ocupa espacio en este libro. El resultado final, en una perspectiva global, deja buen sabor de boca y endereza la línea algo irregular de este interesante proyecto apadrinado por Libros del KO.
 

jueves, 2 de mayo de 2013

'UNITED'. Cuando el fútbol tenía valores


CRÍTICA DE CINE

'United' (James Strong. Reino Unido, 2011)

El respeto que se profesa al fútbol en Inglaterra se puede equiparar al tratamiento de los -escasos- productos cinematográficos que salen de la industria de ese país con el balón como eje. Si todo futbolero que se precie debe guardar con cariño 'The Damned United' (Tom Hooper, 2009), una película que huele a césped y a taquilla de vestuario, ahora hay que hacerle hueco, quizá en un estante inferior, a 'United'. Mantiene el tipo la producción de la BBC pese estar enfocada comercialmente como producto televisivo. Hay seriedad, rigor, formalidad estética y un agudo y controlado sentido de la épica en este largometraje que toma, al igual que 'The Damned United', otro hecho histórico, ahora de trascendencia mundial. El accidente de avión de 1958 en el que falleció parte de la plantilla del Manchester United conmocionó al mundo. El aeropuerto de Munich fue el escenario que puso el punto y final a una generación, los 'Busby Babes', llamada a marcar una época. 'United' recrea la tragedia orientándola hacia la épica al remarcar valores positivos como la lealtad, el compañerismo y el verdadero sentido de pertenencia a un grupo.

Fuera de esa órbita y lejos de la enorme tragedia que supuso para el fútbol británico este suceso, 'United' se revela inesperadamente como una película de detalles, de notas a pie de página. En primer lugar descubre al aficionado la labor de reconstrucción que casi desde cero tuvo que conducir Jimmy Murphy, entrenador del equipo. La interpretación que David Tennant hace de este personaje honra este monumental trabajo. Es intensa, rebosa verdad y emociona. Es a cara descubierta. Aunque sean los ojos de un imberbe Bobby Charlton a través de los que el espectador ve la historia, Murphy aporta, sin lugar a dudas, el corazón.

Hay otro detalle que se aparta de lo ya sabido. Indirectamente, aunque de forma no muy sutil, se culpa a la Federación Inglesa de lo sucedido. El Manchester United debía volver a Ias islas con premura tras un partido europeo en Belgrado. Corría el riesgo de ser sancionado en la liga. La Federación no había accedido a cambiar su partido del fin de semana. En la película se revela que ese detalle fue decisivo a la hora de adelantar el despegue del avión en la escala de Munich, en un día de visibilidad muy reducida y cuando anteriormente el aeroplano había sufrido problemas técnicos. No es un detalle superficial, puesto que podría trasladarse, medio siglo después, a la actualidad, una época en la que los calendarios asfixian a los equipos y machacan a los jugadores.

'United' deja en los márgenes lo futbolístico para centrarse en la tragedia y sus repercusiones. Es así su última media hora, con Murphy empeñado en levantar lo imposible, donde se acumula la emoción. No hay más que apuntar a los ojos del entrenador galés y observar las miradas que se cruza con los supervivientes en el túnel que lleva a Old Trafford mientras echa a volar la imaginación y los recuerdos. 'United' demuestra que el fútbol va mucho más allá del césped y que el once titular no solo lo forman personas, también sentimientos.

jueves, 4 de abril de 2013

'UNA VIDA DEMASIADO CORTA'. Ronald Reng


CRÍTICA LITERARIA

'Una vida demasiado corta'
Autor: Ronald Reng
Editorial: Contra
Género: Biografía deportiva




LA SOLEDAD DEL PORTERO

La idea de un periodismo deportivo alejado del tono épico, las gestas heroicas, los gritos, el forofismo y los localismos está desde hace tiempo en boca de tantos y en papel de casi nadie. Gotean con timidez las ocasiones en las que un consumidor de este género se topa ante uno de esos artículos, noticias o historias que le quitan el mal gusto que deja todo lo anterior. La mayoría de esos textos llevan casi siempre la misma firma. Por ese motivo la larga lectura de 'Un vida demasiado corta' (casi 500 páginas) supone una sorpresa doble, tanto por lo que descubre el texto como por su desconocido -para el lector español- origen.

El periodista alemán Ronald Reng (1970) hace que el lector sienta próxima una historia que de primeras le puede resultar demasiado alejada. Escribe sobre Robert Enke, aquel portero alemán que se suicidó el 11 de noviembre de 2009, a los 32 años. Apenas pasó unos meses en las áreas españolas, entre Barcelona y Tenerife. Todavía hoy pocos lo recuerdan. Desarrolló la mayor parte de su carrera en Alemania, nunca en un club puntero. Enke no era una estrella. Los equipos en los que militó no estuvieron a la altura de las expectativas, como él mismo se encargaba de recordar. Era un portero notable, serio, rocoso, un hombre de club que encontró superada la treintena una inesperada recompensa en la internacionalidad. Eso es lo que se veía en televisión. Lejos de pantalla era un hombre educado y correcto, demasiado sensible para un universo tan cruel como el de la alta competición y más específicamente el de la portería. Ya lo dijo Armas Marcelo, un portero no es más que un profesional que cuida las puertas del infierno. Y lo que pocos sabían, lo que escondía más adentro, era que sufría depresiones, un tema tabú en el deporte y en el que 'Una vida demasiado corta' no duda en profundizar. “Si pudieras entrar en mi mente solo media hora, entenderías por qué me estoy volviendo loco”, le soltó Enke un día a su esposa Teresa. La frase es un latigazo para aquellos que no entienden que la depresión no es un estado anímico, es una enfermedad.

La editorial define a su autor como amigo de Enke. El dato no hace más que revalorizar lo que viene después. El periodista demuestra que se puede escribir una biografía sin cargarla de adjetivos inanes ni glosar al protagonista, dejando al lector un espacio para dar forma a sus reflexiones. 'Una vida demasiado corta' no da la respuesta que se querría a la pregunta que le sobrevuela. ¿Por qué? Con cada posible explicación surgen nuevos interrogantes. Reng profundiza en ese tema, qué lleva a un hombre de éxito al suicidio, y, a veces sin pretenderlo, aparecen otros nuevos. La biografía de Enke es la de un deportista que tocó techo, de imagen exterior dura, pero sensible con la críticas, necesitado de un cariño que muchas veces la máxima exigencia no puede dar. En otro plano radiografía al fútbol por dentro como pocas veces se ha visto. Ahí se hace notar la brutal presión a la que están sometidos estos deportistas. A menor escala, ofrece un turbador punto de vista sobre una profesión casi mitológica, la de portero de fútbol. Y, fundamentalmente, se erige como una hermosa historia de amor, la escrita (a veces en poemas de servilleta) por Enke y Teresa. Su esposa nunca se rindió, pese a las adversidades. Su relación sabe a verdad, como pocas.

Si se va un poco más allá del plano personal, 'Una vida demasiado corta' deja para el aficionado al fútbol un puñado de valiosos detalles y reflexiones. Enke sufrió dos depresiones. La primera, en 2003, le llegó tras su efímero paso por el Barcelona. Es, junto a los días previos al suicido, el capítulo más angustioso. Después de un trienio fructífero en el Benfica lisboeta, Enke llegó al Camp Nou. Se encontró con un entrenador poco receptivo, el holandés Van Gaal, y con un Barcelona convulso, nada que ver con el actual. La competencia con el jovencísimo Valdés y el argentino Bonano fue feroz y le hizo mella. Quedó relegado para jugar encuentros de menor nivel. El de Novelda fue uno de ellos. El Barça quedó eliminado de la Copa del Rey por el colista de 2ªB y Enke recibió la reprobación pública de uno de sus compañeros, Frank de Boer. Desde ese partido Van Gaal no le volvió a dirigir la palabra. Poco tiempo después fue cedido al Fenerbahce turco. Duró un partido. Volvió a Barcelona y se entrenó separado del grupo, en otro horario. El libro recuerda un detalle. Enke se cruzó en los vestuarios con Valdés. El alemán, avergonzado, agachó la cabeza. Pronto cayó en un estado depresivo.

Enke se recuperó. Hasta tal punto que le llegó la oportunidad de ser internacional con la selección alemana. Encontró estabilidad y seguridad en un club de zona media de la Bundesliga, el Hannover 96, donde pudo sacar lo mejor de sí mismo. Entre medias superó junto a Teresa la pérdida de una hija y se volvió a ilusionar cuando adoptaron a otra. Aunque la presión era enorme y la sufría en carne viva, todo indicaba que lo peor ya había pasado. Incluso iba a ser titular en el Mundial de 2010, aquel que ganó España. Pero Enke recayó. Las últimas páginas de 'Una vida demasiado corta' son estremecedoras. Reng recuerda esos momentos dejando que hablen los que estuvieron cerca. Esa oscuridad en la que se sumergió la mente del guardameta se traslada a las páginas. Y en esta ocasión Enke no se reestableció, pese a que hasta el final no dejó de defender la portería del Hannover 96, esa puerta al infierno de la que habló Armas Marcelo.

Escrito con pulso (traducción de Carmen Villalba), atento al detalle, respetuoso y equilibrado a la hora de retratar al protagonista, 'Una vida demasiado corta' dignifica un género, el de las biografías deportivas, del que en España, a diferencia de los países anglosajones, apenas se tiene noticias. Aquí se confunde con otra forma de escribir diferente, la reverencial. Y para probarlo solo hace falta darse una vuelta por la sección deportiva de cualquier librería, con resultados desoladores. 'Una vida demasiado corta' se erige como un libro deportivo que sabe trascender este ámbito y situarse en un plano profundamente enriquecedor para todo aquel que afronte su lectura.
 

domingo, 14 de octubre de 2012

'EL ARTISTA Y LA MODELO'. Pasa la vida, queda el arte


CRÍTICA DE CINE

'El artista y la modelo' (Fernando Trueba. España, 2012)

Nos hacemos mayores, proclama a cada paso Fernando Trueba en 'El artista y la modelo'. El tiempo avanza implacable y todo lo quema. Cuando los días pasan lentos y los años rápido al protagonista del último trabajo del madrileño solo le queda el arte como refugio. Trueba pulsa el botón de pausa y se lanza a la reflexión profunda, al encuadre meditado y al análisis exhaustivo del proceso creativo, en este caso concreto, el de un escultor enfrentado a la obra definitiva. El ritmo de 'El artista y la modelo' se ajusta a esta labor concienzuda. Es lento, casi detenido,, atento al mínimo detalle y solo accesible y saboreable si se afronta con la mente despejada. Si no lo está, el riesgo es el de caer en el sopor más absoluto y, peor, la incomprensión.

La labor de Trueba es similar a la de su protagonista, un célebre escultor que pasa sus últimos días recluido en una casa de la campiña francesa mientras fuera, no perceptible, se resquebraja Europa con la Segunda Guerra Mundial. El arte permanece ajeno al derramamiento de sangre, como lo verifica una de las pocas escenas que justifican la aparición de un elemento secundario, la fugaz visita del oficial nazi. Aparte, el único torbellino que se levanta entre tanta parsimonia lo desata el cuerpo de la mujer, representada en ese opuesto al protagonista que es Aida Folch. La cámara lo mira, admira y retrata en una justa mezcla de respeto y falta de pudor.

Es el duelo entre Rochefort y Folch donde se bate lo mejor de un filme que se balancea siempre al límite del ensimismamiento, una batalla simbólica entre opuestos -ocaso frente esplendor- bajo la mirada del director veterano que ya lo visto todo. O casi, como demuestro esa quererencia suya por no repetirse producción a producción, a la búsqueda, como su querido artista, de una obra maestra que, pasa la vida, y no llega.

viernes, 12 de octubre de 2012

'BLANCANIEVES'. Otra España en blanco y negro


CRÍTICA DE CINE

'Blancanieves' (Pablo Berger. España, 2012)

Hace tiempo que ninguna película española había originado tal avalancha de alabanzas como 'Blancanieves'. El estreno en San Sebastián le dio el empujón definitivo para representar a España en los Oscar, un título no oficioso cuya verdadera recompensa se traduce en números. Los acontecimientos se asemejan a lo ya vivido con 'The artist' hace apenas un año, aquel largometraje francés que con la boca cerrada y moviendo la batuta coronó en primer lugar la cima del cine en 2011.

Los paralelismos entre el trabajo de Pablo Berger y Michael Hazanavicius van, entonces, más allá de lo formal. Aun siendo el proyecto del cineasta español anterior, las comparaciones son inevitables y 'Blancanieves' se presenta a su rebufo. Pero a diferencia de la francesa, el filme de Berger mira el antes de su historia desde el aquí. No es tan estricta a nivel interpretativo ni de encaje musical. Vuela más suelta en su afán de retratar esa España de blanco y negro (¿más que la de ahora?) de los años 20 y que escarba sin pudor en el centro del tópico.

'Blancanieves' se alimenta casi en exclusiva de mitología taurina: el diestro derrotado por el animal, la tonadillera que sufre en el burladero, la hija que emula al padre y, emparedada en medio, toda esa iconografía de manta y carretera que tan bien retratara Cristina García Rodero. Es una historia sencila, de antes, habitada por personajes luminosos y otros oscuros, sin perfiles medios, que fluye rápido sin afluentes ni elementos distractorios, como un cuento infantil. El envoltorio, trabajado con precisión, funciona, un hábil ejercicio de estilo que sin el referente tan cercano de 'The artist' hubiera redoblado elogios y reverberado con mayor potencia, a pesar de alguna inconsistencia de montaje que se hace evidente en los lances taurinos.

El argumento, mínimo, tan lígero como el de toda pequeña fábula y demasiado encaminado a reforzar la mitología del toreo, se pone al servicio de una puesta en escena práctica y agradable. Solo hay un agujero por el que 'Blancanieves' se sale de la línea marcada y sorprende, ese final tan oscuro como su granulación y que puede ser sometido a una interpretación pesimista y que encaja hábilmente con aquella España tan desesperanzada. La misma o similar a la que ahora asiste al excesivo enaltecimiento de un filme diferente, eso sí, pero al que le falta ambición y capacidad de sorpresa para rozar techo. 

domingo, 9 de septiembre de 2012

'MANOLETE'. Maldita, mutilada y mediocre


CRÍTICA DE CINE

'Manolete' (Menno Meyjes. España, 2006)

El sustraerse de la oleada de comentarios previos suscitada por 'Manolete' antes de su visionado es directamente imposible. Revolotea en todo momento ese estatus de producción maldita alcanzado tras los casi seis años que pasó en el congelador a la espera de ser estrenada. 'Manolete' reunía desde aquel 2006 los condicionantes precisos para alcanzar esa categoría. El rodaje se hizo casi en absoluto secreto. El hermetismo no impidió que se filtraran las profundas desavenencias entre productor y director, agravadas posteriormente por una serie de denuncias por impagos por parte del equipo y sazonadas por el presunto romance surgido entre los protagonistas, Adrien Brody y Penélope Cruz.

¿Y la película? Quedaba oculta entre el espesor de la polémica, aunque por las grietas asomaba la insensatez de otorgarle el papel principal a Brody, por mucho parecido físico que guardara con el diestro, y de darle las riendas de un filme pretendidamente taurino a un desconocido cineasta holandés. El resultado de este torbellino profesional y emocional deja cicatrices en la película, finalmente no tan nefasta como se ha dado a entender. 'Manolete' es una producción cara y eso se percibe en su buen acabado formal, la exquisitez de la banda sonora y los intrascendentes aunque meritorios detalles que introducen al espectador -menos de lo esperado- dentro de los rituales de la tauromaquia. Si el balance no es superior es por la mutilación sufrida por la película en el proceso de montaje, un trabajo de poda que le quita al guión lo poco de sensatez que tenía. Por culpa del desquiciante montaje no se entiende qué pintan ciertos personajes (Enrique de Ahumada es el mejor ejemplo), hay tramos inexplicables (la visita a Córdoba) y se acelera hasta lo ilógico lo que debería ser el lento y cruel  camino recorrido por Manolete del enamoramiento a los celos obsesivos. El corta y pega provoca un uso abusivo de los 'flash-blacks' que termina por desquiciar más que desconcertar. A todo esto se suma un sonrojante epílogo en el centro médico, mal interpretado, peor rodado y ausente de emoción.

'Manolete' no molesta como habría que esperar, aunque a lo largo de la pasión entre el torero y Lupe Sino afloren tópicos de toda raigambre y se apunte hacia cuestiones morbosas sin razón alguna (el consumo de cocaína por parte del protagonista y la presunta bisexualidad de Lupe). Lo peor de todo es que una vez concluido el filme uno se queda con la sensación de no saber apenas nada nuevo de aquel singular diestro que se ganó un hueco en el corazón de un país en horas bajas y necesitado de ídolos con los que cubrir el vacío existencial al que le abocaba la historia.

lunes, 3 de septiembre de 2012

'POLLO CON CIRUELAS'. Historias de antes


CRÍTICA DE CINE

'Pollo con ciruelas' (Marjane Satrapi, Vincent Paronnaud. Francia, 2011)

La mina de Marjane Satrapi dejó huella con 'Persépolis'. La viñeta se hizo fotograma y la historia de aquella joven con el corazón dividido entre sus raíces iraníes y el exilio europeo conquistó a público, crítica y jurados por su fino equilibrio entre latigazos sociales, situaciones cómicas y amargura. En realidad, 'Persépolis' no descubría nada nuevo. Hacía de la sencillez de su propuesta y de la ingenuidad que desprendía la animación plasmada en pantalla, tan fiel a la novela gráfica, sus mejores bazas. Una vía similar recorre el segundo largometraje de Satrapi, otra vez trabajado a dúo junto al francés Vincent Paronnaud. La escritora recurre a nuevamente a material propio, en esta ocasión una obra de menor alcance que 'Persépolis', más unidimensional y sujeta por un único poste, a veces firme y en otras tan frágil, el amor. Ambas producciones se empiezan a separar desde la puesta en escena, puesto que ahora Satrapi y Parranaud se alejan de la animación -salvo algún chispazo- y prácticamente arrinconan la perspectiva social.

'Pollo con ciruelas' huele a historia de antes, a fábula contada alrededor de una hoguera en una noche estrellada. La película afronta una hiperrealista historia de amor desde la perspectiva más romántica. 'Pollo con ciruelas' grita y defiende una teoría: aunque el desfile de personas por el corazón de una persona sea un trajín, solo existe un gran amor en la vida. Ahí salen las raíces del profundo sentimiento de desolación que quema el interior del violinista de Teherán obligado a alejarse de la mujer -no es casualidad que la autora la llame Irán- a la que tanto y tan fugazmente amó.

Satrapi y Paronnaud envuelven con delicadeza esta hermosa historia de amor que lleva sellado desde el principio la marca de la tragedia. Todo lleva a la melancolía más profunda, la música, los decorados, la irrupción de personajes más propios de películas de Tim Burton, la interpretación y el aire a lo 'Amelie' que carga la atmósfera de esta quebradizo filme, que se ve igual que se escucha, como un susurro, como una leyenda contada al oído. 

domingo, 19 de agosto de 2012

'THE SWELL SEASON'. El amor dura una gira


CRÍTICA DE CINE

'The Swell Season' (Nick August-Perna, Chris Dapkins, Carlo Mirabella-Davis. Estados Unidos, 2012)

Los analistas del ramo se basan en estudios y teorías químicas para asegurar que el amor de pareja no se extiende más allá de los tres años. Los protagonistas de 'Once' ni se acercaron a la cifra: lo suyo duró una gira. 'The Swell Season' opera como el reverso grisáceo de aquella fábula blanquecina que se tituló 'Once' (2006). Aquella película llegó a la cúspide desde la nada, abanderada por la hermosa 'Falling slowly', una canción que pasó de 'hit' del tarareo a ganar el Oscar. La sinceridad de esa propuesta acunada en las aceras de Dublin redobló dulzores en cuanto saltó la noticia fuera del plató. Sus dos protagonistas, aquel músico callejero pelirrojo y la muchacha checa que vendía flores en la calle y le miraba de reojo, iniciaron un idilio más allá de lo profesional. Ni el mejor de los cuentos de hadas escuchados en la infancia.

'The Swell Season' mira a lo que vino tras 'Once' y la estatuilla. Son los inicios de la fama, la fotografía con el fan, los viajes por carretera, los auditorios a rebosar, los autógrafos no importa dónde, la ardua tarea de mantener un amor que se encendió de una forma poco convencional. El documental se revela como una pequeña pieza que, de inicio, no manifiesta excesivas ambiciones argumentales. El día a día de una larga gira por Estados Unidos y las relaciones que se tejen entre los componentes del proyecto no es algo demasiado novedoso en el género. El material apuntaba para consumo de seguidores de Glen Hansard y Markéta Irglová. Las grabaciones engordan con la incorporación de la banda sonora. Suena a lo largo del metraje el largo cancionero de ambos artistas, buenas piezas, melancólicas la mayoría, que añaden pizcas de tristeza a unas imágenes que probablemente no las necesitasen.

Entre recitales, cervezas, alguna sonora bronca, muchas sonrisas, furgonetas y canciones los protagonistas se van abriendo, casi sin darse cuenta. Por esos agujeros se cuelan casi imperceptiblemente las diferencias que les separan. A un lado se sitúa Hansard, músico curtido en bares y de suerte esquiva hasta 'Once', inquieto, de tortuosa infancia e intentando aprovechar cada resquicio de la nueva situación que le toca afrontar. Peor lo lleva Irglová, retraída, con miedo a fallarse a sí misma, a perder lo que le mantiene a salvo, su propia personalidad.Mediante fogonazos de una cámara que se inmiscuye dentro de estas vidas sin hacerse notar en exceso, se ve cómo la distancia entre ambos, pese a permanecer juntos en cada fotograma, se va agrandando.

'The Swell Season' desemboca en una conversación en una cafetería de una ciudad de la República Checa. Es el cúlmen, la catarsis. La escena dura apenas un par de minutos, pero dice más que muchísimas horas de metraje dedicadas a evocar qué es una ruptura, qué supone y qué secuelas deja al instante. Con ese sabor agridulce se despide esta pieza de apenas setenta minutos de duración que inesperadamente se eleva por encima del posible interés y simpatías que puedan despertar los protagonistas. Porque de lo que habla, aunque no fuese el objetivo inicial, es de algo que fluye por otras latitudes, lejos del escenario. Y pocas veces se ve con tanta nitidez en una pantalla.